jueves, 12 de diciembre de 2013

RESIGNADOS AL SUBDESARROLLO


Hace una semana leí en la revista EL ESTADISTA, una nota de Julio Burdman titulada " Un presidente para Vaca Muerta", en donde el autor planteaba la necesidad encontrar una dirigencia  que permita aprovechar la inevitable catarata de dólares que ingresaran cuando el yacimiento, también de forma inevitable, comience a producir. El ejemplo que utilizaba Burdman era  que  Vaca Muerta era como ganarse la lotería y como la lotería puede solucionar los problemas de una familia por generaciones, o destruirla rápidamente permitiendo que el dinero se le escape, porque lo único que sabe hacer con él es gastarlo. Resumiendo con petroleo se puede ser Noruega o Venezuela y eso es lo que debería estar pensando la elite.

Ayer a la noche conversando con un familiar muy querido, que adhiere al modelo aplicado desde 2003, cuando le hice la pregunta sobre que seria la Argentina una vez que Vaca Muerta empiece a producir,  decididamente me contestó que seriamos Venezuela, y lo argumento desde lo "étnico" somos latinos (yo creia que Max Webber era un sociólogo superado), y lo enfatizó diciéndome  "es así Gustavo acostumbrate".

La falta de una elite política en los últimos ochenta años,  capaz de consensuar un sistema que en lo económico permita generar un modelo de acumulación autosustentable, y que en lo social aliente la inclusión no solo desde el consumo, sino también desde lo cultural y básicamente desde lo ciudadano, han llevado a nuestra sociedad a una situación que califico de RESIGNACIÓN AL SUBDESARROLLO. 

Sin duda la resignación es  peor que el fracaso, porque la resignación carece de acción. Para fracasar hay que intentar por lo menos hacer algo, para resignarse ni siquiera hace falta eso.

La resignación nos inunda, estamos resignados a que los precios aumenten, a que las barras bravas no nos permitan ir a la cancha, a que el narcotráfico se este instalando casi en forma abierta el país, a tener una crisis cada 10 años, a ser gobernados siempre por los mismos, a viajar en los trenes como ganado, a que nos mientan, a involucionar en lo educacional, a que se degrade la escuela pública, al desinterés del poder por construir ciudadanía, etc.

Vaca Muerta es una oportunidad única, aspiremos a ser Noruega, no por lo rubios o aburridos,  sino por lo desarrollados, lo igualitarios, lo  educados. Si esa no es la meta seremos (si ya no lo somos) una sociedad resignada al subdesarrollo.


P.D. Noruega en los setenta, antes del descubrimiento de petroleo en el Mar del Norte, era una de los países menos desarrollados de Europa con una economía basada en la pesca del bacalao. Hoy es uno de los   mas igualitarios de Europa y con mayor nievel de vida, siendo que históricamente se la denominó la cenicienta de escandinavia.


viernes, 12 de abril de 2013

NUNCA FUI, PERO AHORA ESTOY EN DUDA

Nunca fuí a las distintas manifestaciones organizadas "espontáneamente" en contra del gobierno. No fui a la que olía a ley de medios, tampoco fui a la que olía a impedimento de comprar dolares, tampoco fui contra la re re. Mi ausencia no se debió a que  apoyo la política llevada a cabo por la franquicia  sino que pensé y pienso que la Ley de Medios es relativamente correcta (aunque tengo serias dudas sobre como se va aplicar, Sabatella ya mostró el plumero con Monetta), la cuestión del dolar es producto de la incapacidad de gestión cosa que se arregla votando a otro en las próximas elecciones y la re re no esta permitida en la Constitución y modificar esta es una cuestión a debatir cuando puedan hacerlo, sin embargo  ahora me entró la duda.

El intento de modificación del sistema judicial  implica un cambio de sistema político que necesita una modificación del contrato social que nos rige, esto es la Constitución. Nuestra Constitución es una constitución liberal en lo político,  esto es,  pone el acento en la defensa de la libertades individuales, con un sistema de división de poderes sustentado en la concepción de Russeau y Montesquie y en este esquema el poder judicial es independiente del poder político y su legitimación no lo es por la vía del sufragio. Te puede gustar o no gustar pero esas son las clausulas del contrato. Exigir legitimación popular para el poder judicial, aunque sea por vía indirecta, es una novedad ajena al contrato, imposible de llevar a cabo sino se modifica éste último, y una a vez que este se modifique en tal sentido habrá cambiado sistema, dejando la Argentina de ser una democracia republicana  para ser otra cosa.

El único país que no sufrió la crisis mundial de 1930 fue la Unión Soviética, y esto se debió a que el sistema económico de la URSS no era el sistema capitalista, siendo que la de 1930 fue una crisis sistémica, no afecto a los que tenían otro sistema de producción y de acumulación, Rusia tuvo otros problemas  muy graves, pero no fue afectada por la crisis del 30.

Ustedes dirán a que viene el párrafo anterior, yo creo que es un buen ejemplo. El sistema republicano,  puede originar problemas como el que el gobierno tiene en la actualidad con la ley de medios (en lo personal creo que es constitucional y así lo va a decretar la Corte Suprema) y es muy posible que estos problemas no se den dentro de otro sistema (como sucedió con la crisis del 30 en la URSS), bueno entonces cambiemos el sistema, hagamos un nuevo contrato, y establezcamos una democracia distinta de la republicana.

En lo personal, que no es gran cosa soy solo un voto, el sistema republicano es mi límite, por eso estoy en duda sobre lo que voy a hacer el 18 de Abril, que para colmo es el día de  mi cumpleaños.


jueves, 11 de abril de 2013

Un Poco del Primer Peronismo


Alumno: Gustavo P. Cresta
Materia: Temas de Historia Política Argentina del Siglo XX
Profersor: Juan Carlos Torre.
Universidad Torcuato Di Tella Maestria en Historia.

I. La política laboral de Perón fue presentada como una estrategia preventiva: Evitar la agudización de la lucha de clases. a) Señale sobre que bases empíricas descansaba esa estrategia, b) que recepción encontró en los sectores económicos y sociales, y c) cuales fueron sus resultados en una perspectiva de largo plazo del país.

Perón aportó, a la revolución de 1943 básicamente dos cosas: un programa económico y social, y una apertura hacia grupos estratégicos de la sociedad, especialmente el movimiento obrero, de una manera en que ninguna fuerza política lo había hecho hasta ese entonces. Tal es así que de no haber contado con este aporte, las posibilidades de la revolución hubieran sido escasas.
Si bien la  apertura hacia el movimiento obrero se sustentó en la política  laboral iniciada desde la Secretaría de Trabajo, ésta  no fue una avenida de mano única, e incluyó una convocatoria de Perón a los sectores empresarios para colaborar con ella. Su idea, era que el Estado debía tutelar y mediar en  las relaciones del mundo del trabajo lo que garantizaría un cierto nivel de paz social, estimando que para lograrla era necesario el aporte de los empresarios.
Según Perón, si las organizaciones patronales querían evitar la agudización de los antagonismos de clase debían estar dispuestos a sacrificar algo de su poder, debían ceder algo para no perder todo.”…Es necesario dar a los obreros lo que estos merecen por su trabajo y lo que necesitan para vivir dignamente, a lo que ningún hombre de buenos sentimientos puede oponerse […] Es necesario saber dar un 30 por ciento a tiempo a perder todo a posteriori…”[1]
En este orden de ideas fue que Perón se dirigió a los empresarios en el famoso  discurso a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en agosto de 1944, donde presentó sus innovaciones como parte de la regeneración y salvaguarda del orden social existente y no de la creación de otro completamente nuevo[2]. Como se ve,  la invitación a colaborar para evitar la agudización de la lucha de clases propuesta por el nuevo líder, esta lejos de poder ser considerada una propuesta corporativa como muchos opositores políticos e intelectuales pensaban en su momento. Tan poco corporativa resultó la  propuesta, que a comienzos de 1945, con el casi seguro triunfo de los ejércitos aliados, el régimen militar se ajustó a los nuevos tiempos, declarando la guerra a Alemania e Italia y en el plano interno restableció  las libertades públicas, los partidos volvieron a la legalidad y se hizo un llamado a elecciones para 1946.
Sin perjuicio de lo arriba expuesto, la propuesta efectuada por Perón a los empresarios, bajo el paraguas de la denominada Doctrina Social de la Iglesia, tenia algo del espíritu del fascismo social europeo surgido a partir de la crisis económica de 1930, de las que Perón había sido un observador privilegiado en su reciente estada en la Italia de Mussolini[3].
Al sustento ideológico de las encíclicas papales como Rerum Novarum o Populorum Progressio y el antecedente empírico de la política social italiana de la preguerra hay que agregar la intención de Perón de establecer un régimen político similar al del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México intentando con ese esquema de partido hegemónico poli clasista cerrar la brecha entre el armado institucional un antiguo régimen previo a la incipiente industrialización iniciada en 1930 y las nuevas exigencias surgidas de la transformación estructural que había sufrido el país.[4]
En este contexto, era intención de Perón, gravitar de forma excluyente en la próxima transición democrática y en tal sentido inicio conversaciones tanto con  los radicales  como con los  conservadores los que, en su análisis, podrían aportar la eficacia de sus aparatos electorales, que sumados al aporte de los sindicatos, los empresarios, el apoyo del ejército y la bendición de la iglesia le permitirían liderar la Argentina de la posguerra.
La  propuesta de evitar la agudización de la tensión social mediante concesiones a los trabajadores consensuadas por las partes y en donde el estado se transformara en un mediador eficaz ante los distintos reclamos, genero una respuesta bastante fría por parte de los empresarios. Las organizaciones patronales no se encontraban atemorizadas por una revolución social o por la acción de las organizaciones sindicales de origen comunista o socialista con las que habían lidiado exitosamente durante toda la década, sino más bien por aquellos efectos que la política llevada adelante por el propio Perón había generado, de tal manera que la intención de sumar a los empresarios a su proyecto fracasó en forma rotunda.
En lo que hace a los partidos políticos, según nos dice Juan Carlos Torre en la obra referenciada, nunca  tuvieron intención de sumarse al proyecto peronista al que consideraban con los días contados a partir de la coyuntura internacional surgida del triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial.
Las circunstancias descriptas obligaron a Perón a cambiar su estrategia radicalizando el discurso, y llamando a los trabajadores a defender las conquistas logradas que se encontraban amenazadas por un supuesto complot reaccionario. Esta nueva estrategia que concluiría el 17 de octubre de 1945, con una manifestación que marcaría la historia argentina de la segunda mitad del Siglo XX, provocó una reducción de la base de sustentación del movimiento que había imaginado el líder.
Visto desde la perspectiva histórica, el nuevo proyecto  de Perón, surgido a partir del rechazo de los empresarios y políticos a su idea original no atrajo ni a las clases altas ni a la incipiente clase media, y no tuvo otra base de sustentación que el movimiento obrero, lo que sobredimensionó el lugar político de los trabajadores dentro de la estructura peronista.
Este sobredimensionamiento provocó dos efectos a mi entender negativos,  que aún se mantienen dentro del movimiento Peronista: a) Fue un factor de tensiones políticas que agudizaron las contradicciones propias de un movimiento policlasista y b) Condicionó en gran parte las opciones de política económica, tanto en lo que hace a la lucha contra la inflación, como en la posibilidad de desarrollar una estrategia de industrialización a largo plazo que sea menos dependiente de los insumos externos. La necesidad de satisfacer el mercado interno creado a partir de la nueva estrategia distributiva priorizó la defensa de las industrias preexistentes, necesitadas de insumos importados que con el tiempo se demostró ineficaz para liderar un proyecto industrial a largo plazo[5].

II. La política del bienestar social durante los años peronistas combinó rasgos innovadores y a la vez rasgos de continuidad. Desarrolle esta proposición ilustrándola con ejemplos.

Para analizar la política de bienestar social desarrollada por el peronismo, sus continuidades e innovaciones vamos a separarlas en: a) Políticas de vivienda b) Políticas de seguridad social, c) Políticas de Salud Pública, d) Políticas Educativas, e) Políticas de turismo y f) Políticas a cargo de la Fundación Eva Perón.
a)     Políticas de Vivienda: En política de vivienda el peronismo tuvo rasgos continuistas e innovadores. En principio continuó con la política implementada por la administración conservadora que en 1943 decidió el congelamiento de alquileres, dicha decisión provocó que los alquileres solamente aumentaran un 27% en el periodo 1943/1955, lo cual fue un aumento insignificante  ante una inflación del 700% que hubo en el periodo[6].
En cuanto a los rasgos innovadores, los hubo de índole legislativa, de índole financiera y de intervención directa. De índole legislativa el más importante es la sanción de la Ley 13.512 de Propiedad Horizontal, que permitió la subdivisión en unidades individuales transmisibles, los departamentos integrantes de los denominados edificios de renta que existían especialmente en la Ciudad de Buenos Aires. Si bien esta ley no iba tener influencia en la política de construcción de viviendas sino hasta finales de la década del cincuenta y la década del sesenta, permitió, no obstante, que muchos inquilinos pudieran adquirir el departamento que ocupaban, ante el poco incentivo de renta que tenían los propietarios por el congelamiento de alquileres ya explicado.
En lo que respecta a los instrumentos financieros, la novedad, no porque no existieran con anterioridad sino por el modo y costo con que se otorgaron, fueron los créditos hipotecarios del Banco Hipotecario Nacional. Estos créditos tenían tasas subsidiadas, por debajo de la inflación y no necesitaban depósito previo. Esta política crediticia fue aprovechada básicamente por empleados públicos y del sector privado, el porcentaje de aprovechamiento de estos créditos por los obreros de ambos sectores fue mucho menor[7].
 A las políticas expuestas, el gobierno peronista agregó la construcción en forma directa de viviendas destinadas a los sectores populares, tal es el caso de Ciudad Evita en las cercanías de Ezeiza, que caracterizaba el ideal de chalet y jardín propio de los sectores medios, o el barrio Los Perales en Mataderos que eran monoblocks menos sofisticados.
La conclusión del trabajo de Torre y Pastoriza en cuanto a la política de vivienda de la década peronista es que en general, sin desmerecer sus indiscutibles méritos, distó de ser universal ya que su distribución fue disímil y varió según el poder e influencia de los distintos grupos sociales[8].
b)     Políticas de seguridad y previsión  social: En lo que respecta a la política de seguridad y previsión  social, sin perjuicio del mayor alcance que tuvo el sistema a partir de la llegada del peronismo al poder, el mismo fue una continuidad de lo que había funcionado hasta entonces. Esto es, el  esquema jubilatorio partía de la premisa que la protección de la vejez debía surgir de los propios esfuerzos de los trabajadores, y dicho esquema cuando lograba ser exitoso   se materializaba en un sistema de jubilaciones sostenido en base a contribuciones obligatorias de los trabajadores de cada sector y sus empleadores[9].
Con el primer Plan Quinquenal se intentó la modificación del sistema por uno de carácter mas universal que partía del ingreso de una familia modesta, sostenido en forma incremental por trabajadores y empleadores, pero dicha propuesta fue rechazada básicamente por los afiliados a las cajas que se resistían a una nivelación de los beneficios que en algunos casos los perjudicaba.
Apartándose del esquema heredado de las administraciones anteriores solo corresponde destacar la sanción de la Ley 13.478, que establecía las pensiones “no contributivas” (para aquellos mayores de 60 años que no contaran con medios de subsistencia) que se financiaba con fondos de la Lotería Nacional y que por el número de sus beneficiarios era de carácter meramente residual. El sistema fue reglamentado en 1949, pero jamás pudo aplicarse a la totalidad del territorio nacional, teniendo vigencia únicamente en la Capital Federal y Territorios Nacionales[10].
c)     Salud Pública: En lo que hace a los servicios de sanidad y salud pública, la acción del estado quedó asociada a la figura del Ministro de Salud Dr. Ramón Carrillo quien fuera su gran impulsor, y que intento plasmar el pensamiento sanitarista de la década del treinta, priorizando la intervención estatal y la centralización de la tareas de atención médica y de asistencia social, con un concepto universalista que tendía a la atención de la totalidad de la población sin distinciones.
No obstante el  aumento de la inversión, la construcción de nuevos hospitales, el alargamiento de la redes de agua y cloacas, el espectacular  incremento  de los índices de esperanza de vida, y la eliminación de muchas enfermedades endémicas especialmente en las zonas más pobres del norte del país[11], el ambicioso proyecto sufrió el embate de los gremios que privilegiaron la creación de obras sociales sindicales. El sistema sindical implicaba una fórmula de cobertura diferenciada a partir de criterios ocupacionales, con una solidaridad fragmentada, replicando de alguna manera la concepción que tenían las asociaciones mutuales que reunían colectividades inmigratorias.
El proyecto original, al igual que ocurrió con el sistema previsional, sufrió el ataque desde adentro, por parte de los sectores sindicales del peronismo, en un ejemplo claro de las tensiones generadas a partir del excesivo peso de los trabajadores organizados dentro del sistema de toma de decisiones del movimiento.
Poniendo a la política de salud en términos de continuidad o no, tal como lo exige la consigna, es claro que el plan primigenio resultaba una novedad a lo que se venía aplicando hasta ese entonces, no obstante la presión de los intereses sectoriales hizo que su alcance fuera menos universal de lo pretendido.
d)     Políticas educativas: La política educativa llevada adelante durante la década peronista fue el terreno  “donde la democratización del bienestar durante los años del peronismo tuvo un alcance más amplio”[12].
No obstante el concepto vertido, esto no implica que la política educativa se haya diferenciado de la concepción y  rasgos que había adquirido en la primera década del siglo, por lo que la misma fue una continuidad de la aplicada hasta entonces.
El salto cuantitativo en la población escolarizada, especialmente el crecimiento de la matrícula secundaria, la manifestación plena del concepto de gratuidad de la educación universitaria,  la creación de la Universidad Tecnológica, y la implementación de colegios secundarios industriales entre otros logros, fueron producto de una mayor inversión y del cambio de paradigma económico, pero no implicaron una innovación dentro las políticas educativas.  
Es hacer notar que continuó vigente, hasta entrado el año 1954. el Decreto N°18.411/43 que restableciera la enseñanza religiosa en las escuelas dependientes de la Nación, el cual había significado una involución a las leyes “laicas” de la generación del 80.
e)     La política turística: Al igual que en lo referido a las políticas educativas, la democratización del bienestar en lo que hace al acceso de la población a los distintos centros turísticos existentes (especialmente Mar del Plata y las sierras de Córdoba), es claramente un ejemplo de política de continuidad.
El fenómeno del turismo de masas era un proceso que se venia desarrollando y difundiendo desde la década del treinta. El desmantelamiento de la vieja rambla de madera sobre la playa Bristol y la construcción del complejo Playa Grande, en la ciudad de Mar del Plata, durante el año 1939, implica la apertura a los sectores populares de una fracción importante de la ciudad, y el traslado hacia el sur de los sectores medios/altos de la sociedad. En igual sentido la pavimentación, efectuada durante la década anterior,  de la ruta 2 que une la ciudad de Buenos Aires con Mar del Plata y de la ruta 8 que la une con Córdoba, que sumaron medios de transporte a la oferta ferroviaria existente, demuestran que el turismo de masas empezaba a ser una realidad antes de la llegada del peronismo al poder.
No obstante lo dicho, la inversión en infraestructura turística efectuada durante la década peronista fue inmensa, como así también el desarrollo del turismo sindical. De más esta decir que la instauración de las vacaciones pagas y la novedad salarial del aguinaldo fueron un factor determinante en el aumento de la actividad y su democratización.
f)       La Fundación Eva Perón: Capitulo aparte, dentro de  las políticas de democratización del bienestar aplicadas durante la década peronista, merece la actividad llevada a cabo por la Fundación Evita.
Si bien la fundación se crea a partir de la desaparición de las sociedades de beneficencia dirigidas por las damas patricias de la sociedad y desde ese punto de vista podría decirse que es una continuidad, el presupuesto con que disponía, la magnitud de las tareas realizadas, y la trasversalidad de las mismas (incluían asistencia social, vivienda, turismo, educación etc.) hacen de la acción llevada a cabo por la Fundación  una innovación importante.
Ahora bien, si su acción se corresponde con lo que podríamos denominar  una política pública en términos estrictos, es una cuestión discutible no obstante creemos que correspondía su inclusión, aunque sea en forma escueta,  cuando la consigna a desarrollar son las políticas de democratización del bienestar de la década peronista.
III. ¿Cómo entender la reacción mayoritariamente crítica de los intelectuales al régimen creado por Perón?
“…casi la totalidad de los escritores, artistas  y universitarios liberales y democráticos fueron antiperonistas…los intelectuales peronistas fueron muy contados y mas contados fueron los que gozaban de prestigio y reconocimiento en el ámbito de la cultura...”[13]
La afirmación de la socióloga Silvia Sigal transcripta, no deja margen de dudas en cuanto a la posición tomada por la intelectualidad argentina ante la aparición del fenómeno peronista. Esta posición se  mantendría durante toda la década, y solo a partir del derrocamiento del líder y de la relectura que hubo  del fenómeno peronista a finales del sesenta, iba ha ser modificada.[14]
Las causas por las cuales los intelectuales tomaron un posición  mayoritariamente antiperonista sin siquiera rescatar los componentes populares positivos que tuvo el movimiento, son básicamente dos: a) La imposibilidad de analizar a Perón fuera del marco internacional del periodo y de su pertenencia a la Revolución de 1943, con los componentes antidemocráticos y católico/nacionalistas que esta indudablemente poseía, y 2) La tendencia a interpretar a Perón  como un nuevo exponente del caudillismo popular previo a Caseros, lo que transformaba al peronismo en una regresión institucional de la república.
Sin duda los componentes autoritarios de la Revolución del 43 y la pertenecía reivindicada por Perón a los preceptos de aquella tornaba entendible la posición adoptada por la intelectualidad. La intervención a las universidades, la reimplantación de la enseñanza religiosa en las escuelas, la cesantía de profesores de la talla de Bernardo Houssay y Mariano Castex entre otros (que provocaron la renuncia de Alfredo Palacios a la Presidencia de la Universidad de La Plata), la disolución de la Federación Universitaria Argentina, y otras medidas similares adoptadas por el golpe de estado del 4 junio, no admitían que la intelectualidad argentina pudiera ponerse de alguna manera a  favor del régimen.
La tardía decisión de apoyar la  causa alidada,  la legalización de los partidos políticos, y la revocación de la mayoría de las medias enumeradas en el párrafo anterior, que se produjeron a posteriori, no modificaron la posición de la intelectualidad. El hecho de que Perón estuviera a cargo del Ejecutivo cuando la represión a la manifestación organizada para festejar la rendición de Japón, sumado a la posterior exoneración de profesores universitarios de la talla de José Luis Romero, Ernesto Sábato y Alberto Ginastera, hace que la inteligentsia liberal que aun no veía a Perón como líder popular de masas, lo estigmatizara  sí como  heredero de un  gobierno militar[15].
Este análisis de la revolución del 43 y de Perón como heredero de ella, que realiza la elite intelectual, de alguna manera asustada por los componentes no democráticos del gobierno instaurado a partir de junio de 1943[16], explica, no solo su antiperonismo, sino el hecho de que este naciera, de alguna manera,  antes que Perón ganara las elecciones en 1946, y tenía su génesis en la imposibilidad de disociar la  figura de Perón de la del  gobierno militar al que pertenecía. 
No fue la política social del peronismo la que engendró el antiperonismo de la intelectualidad, sino que contrariamente a lo que le sucedía a las clases populares, para los intelectuales liberales (y de los otros)  la figura de Perón era ilegible fuera del contexto internacional de la segunda guerra y de la lucha entre democracia y autoritarismo o libertad y tiranía que se había entablado en Europa[17].
A lo dicho, aunque mucho menos sustentada en los hechos, habría que agregar la interpretación que hacían, algunos  intelectuales, para los cuales el peronismo resultaba una regresión de la política, identificando la figura  Perón con la de Rosas.
En esa línea se  inscribe lo escrito por  José Luis Romero, cuando en diciembre de 1945, expresaba que “… Un fantasma recorre la tierra libérrima en que nacieron Echeverría, Alberdi, Rivadavia y Sarmiento el fantasma fatídico que se levanta de las tumbas de Mussolini y Hitler…” [18] , en este pensamiento Romero une los dos conceptos expresados en inicio, el que identifica la imagen de Perón como reedición del caudillo rosista y considera al peronismo como contrario a los ideales de razón y libertad triunfantes en Caseros, y el que encuentra sustento en la impronta autoritaria y corporativista de la revolución de junio de 1943, y no entiende al peronismo por fuera de los hechos de junio, y de la lucha entre fascismos y democracias que el mundo vivió hasta 1945.    


   



[1] Fracción del discurso ante la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, transcripto por Juan Carlos Torre en “Vieja Guardia Sindical y Perón”, página 121, Ed. RyR  2011.
[2] Juan Carlos Torre, “Ensayo sobre el movimiento obrero y peronismo”, pagina 139 Editorial Siglo XXI, 2012
[3] Ibidem, pagina 139
[4] Ibidem, páginas 140 y 141.
[5] Pablo Gerchunoff y Juan Llach, “El ciclo de la ilusión al desencanto. Un siglo de políticas económicas en la Argentina”, capítulo IV Ascenso y Apogeo Peronista, paginas 155 y ss. Emece Ed. 2010
[6] Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”, Tomo VIII Nueva Historia Argentina, pagìna 282
[7] Ibidem, pagina 286
[8] Ibidem, pagina 288
[9] Ibidem, pagina 288
[10] Ibidem, pagina 291
[11] Según Torre y Pastoriza, los indicadores muestran que no se pudo romper con las desigualdades estructurales entre las regiones, los estratos mas altos y la provincias de litoral tuvieron los valores mas positivos
[12] Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”, Tomo VIII Nueva Historia Argentina, página 295.
[13] Silvia Sigal, Los intelectuales y el peronismo, en Nueva Historia Argentina Tomo VIII. Página 483, Editorial Sudamericana.
[14] Ibidem
[15] Ibídem pagina 495
[16] Ibídem pagina 499
[17] Ibídem pagina 500 y 501.
[18] Ibíde, pag. 502

jueves, 13 de diciembre de 2012


Revolución Industrial y Reforma Política.

¿Se puede sostener que la Reforma Parlamentaria de 1832 en Gran Bretaña fue, en parte, consecuencia de los cambios estructurales y sociales promovidos por la llamada Revolución Industrial

No se puede hablar de Reforma Parlamentaria en Inglaterra durante el Siglo XIX, y mucho menos entenderla si no efectuamos una sucinta introducción al papel que las ideas liberales jugaron en el desarrollo de los acontecimientos que culminaron con la reforma de 1832.

El liberalismo ingles nació en el Siglo XVII, luchando por la libertad de conciencia y la resistencia del Parlamento a la autoridad arbitraria de Rey, y para el período en estudio, es decir fines del Siglo XVIII y principios del XIX, contrariamente a lo que sucedía en la Europa continental, se encontraba firmemente consolidado. Sin embargo, no obstante que  los valores propios de la Gloriosa Revolución se encontraban firmes, el partido Whig que aun en la guerra de independencia americana estuvo dispuesto a defender dichos principios y que asumió el rol histórico de mantener la tradición liberal, no parecía dispuesto a extender la base de sustentación del sistema, como quedaría demostrado ante las distintas propuestas de reformar el Parlamento.[1]

Esta contradicción dentro de las ideas liberales sustentadas por el partido Whig, va a concluir, en un primera etapa, con la reforma de 1832 que elimina los llamados “Burgos podridos”, para continuar con la modificación de 1885 por la cual se estableció el límite de un representante por distrito, y eliminó el resabio corporativo de la representación de las universidades, culminando finalmente en 1928 con el establecimiento formal de la universalidad del sufragio.

Ahora, bien cuales fueron las razones que precipitaron la inicial reforma de 1832, y si esta obedeció a los acontecimientos acaecidos en las antiguas colonias americanas y el estallido de la Revolución Francesa, o al nuevo mapa demográfico ingles (aumento poblacional en las regiones del  norte como Manchester y Birmingham) y el surgimiento tanto de una burguesía industrial como de una clase media de comerciantes y profesionales, producto de los cambios fenomenales que produjo la Revolución Industrial iniciada en la segunda mitad del Siglo XVIII, es una discusión entre los historiadores del período.

Si tenemos en cuenta que la fecha tentativa de inicio de la revolución industrial (según Eric Hausbawn es 1750), y de la revolución de las colonias americanas en 1776, nos encontramos con una escasa diferencia de veintiséis años. Esta contemporaneidad de los acontecimientos no hace fácil la tarea de diferenciar cual de los hechos tuvo una importancia mayor en la reforma política que se produjo en 1832., sin embargo, nos atrevemos a adelantar que en el campo de la política no basta la existencia de hechos objetivos, como pudieron ser los fenómenos económicos y poblacionales de la revolución industrial, para definir un cambio institucional de envergadura, hace falta además, la existencia de una sólida base ideológica y doctrinaria en el campo de las ideas que presione para plasmar en instituciones la nueva realidad económico social que se estaba produciendo.

·        La Reforma desde las ideas
Hacia fines del Siglo XVIII, la oposición al gobierno de William Pitt, estaba encabezada por los liberales Whigs, liderados por Charles William Fox que, como se dijo mas arriba en el presente trabajo, había apoyado los reclamos de representación de los colonos americanos, como así también abogaba por la prohibición del comercio de esclavos. Pero lo que mas incomodaba al oficialismo Torie era su causa a favor de “…la reforma del sistema parlamentario, que suponía una transformación del sistema electoral inglés, por la cual se buscaba erradicar los llamados Rotten Bouroughs, distritos electorales sobrerepresentados. Estos burgos y condados constituían, según esta facción reformista, una de las fuertes inconsistencias del sistema de representación política…” [2] 

Si bien la idea de la reforma era bandera del partido Whig, la misma no implicaba un cambio de estructuras que rompiera con el sistema aristocrático vigente, ya que si bien el nuevo esquema electoral que se proponía, buscaba incluir los nuevos condados con mayor peso poblacional surgidos a partir de la revolución industrial, en lo que hace al sufragio las reformas que se impulsaban resultaban limitadas en cuanto a su universalidad, manteniendo la impronta aristocrática en el manejo de la cosa pública.[3]

Las ideas que cuestionaron la esencia del sistema aparecieron en círculos extra parlamentarios que se rebelaron contra la monarquía y el establishment político en consonancia con el espíritu revolucionario que por ese entonces emergía en Francia y se los denominó Radicals. Estos círculos adherían firmemente al ideario revolucionario francés, siendo sus principales referentes Richard Price, Thomas Paine, William Godwin y William Spence[4]. Las ideas radicales, lograron irradiarse a un amplio numero de intelectuales británicos y con posterioridad a buena parte de la opinión pública, sin embargo el inicio del periodo Jacobino en Francia y posteriormente  las guerras napoleónicas fueron utilizadas por el gobierno Torie  como excusa para postergar cualquier modificación al sistema, tanto las impulsadas por los sectores reformistas Whigs, como aquellas promovidas por los grupos Radicales.

Durante la primera década del Siglo XIX, y en forma contemporánea con el final de guerra con Francia, surgió en el campo reformista una corriente de pensamiento identificada con el ideario revolucionario francés pero que intentaba construir un sistema garantizara el ejercicio de libertades políticas y la ampliación del derecho al voto, evitando las manifestaciones violentas y el terror Jacobino que emergió de la Revolución Francesa. El ideario de esta corriente era plasmado en publicaciones como Westminster Review, siendo sus referentes los denominados utilitaristas o Radicales Filosóficos, entre los que destacaban Jeremy Bentham y James Mill.

La vertiente utilitarista se diferenciaba radicalmente tanto de las posiciones un tanto conservadoras de los  Whigs tradicionales, como de la vertiente  liberal de estos últimos (Foxties) , ya que proponía un sistema republicano de gobierno con un legislativo unicameral democráticamente elegido, lo que implica romper con la estructura aristocrática/monárquica, abogando al igual que Thomas Hardy y Francis Place por la eliminación del criterio de “propiedad” y educación como condición para  el ejercicio de la participación política.[5]

Como surge de lo expuesto la reforma parlamentaria era una cuestión instalada dentro de las ideas políticas de la época en Inglaterra, y en dicha instalación tuvo mucho que ver tanto el ideario revolucionario francés como el andamiaje ideológico institucional que se había construido en las antiguas colonias de Norte América.

·        La Reforma desde lo socioeconómico
Siendo que el presente no es un trabajo de historia económica, no nos detendremos en el análisis de los factores desencadenantes del proceso industrial ingles de la segunda mitad del Siglo XVIII, pero resulta necesario efectuar un pequeña enumeración de las consecuencias sociales que emergieron  a partir de los cambios en el sistema productivo provocados por la Revolución Industrial. 

Entre los cambios que nos interesan para el análisis que estamos efectuando sobresalen dos: a) El proceso migratorio interno que despobló las zonas rurales en beneficio de los nuevos asentamientos urbanos del norte, especialmente Manchester, Liverpool y Birmingham y b) El surgimiento tanto de una burguesía cuyo poder no radicaba en la propiedad de la tierra, como de una clase media ( middle rank) mercantil, profesional, y prestadora de servicio que creció a la sombra de las necesidades surgidas de la industrialización.

Los fenómenos expuestos llevaron al Parlamentario Whig Sir James Mackintosh a afirmar “… The great impulse given to English industry in the middle of the eighteen century has revealed the disparity between the old system of representation and the new state of society and had left the new manufacturing interest without adequate representation in parliament…” [6].

Historiadores de la talla de Arnold Toynbee que atribuyo la reforma de 1832 a la influencia de los obreros y su concentración en las ciudades de mayor tamaño o de George Stead Veitch, que en su obra The Genesis of Parliamentary Reform, que aseguró que la revolución industrial hizo la reforma parlamentaria inevitable[7], sustentaron desde lo historiográfico el concepto de considerar a la reforma como un desprendimiento lógico del proceso de industrialización. No obstante estudios más recientes y específicos intentan poner en crisis dicha afirmación.

Roland Quinault, en el trabajo referenciado, efectúa un análisis de la situación del parlamento en su constitución  previa a la reforma, llegando a la conclusión que en lo que respecta a la representación de los nuevos actores económicos y sociales emergentes del proceso de industrialización, dichos sectores se encontraban relativamente bien  representados en los votantes. Tal es asi que, hacia 1750 había aproximadamente 282.000 electores en Inglaterra y Gales, los cuales representaban apenas una sexta parte de la población adulta de dichas regiones, sin embargo dicho electorado era representativo de la población, y estaba compuesto en una tercera parte por artesanos, un quinto por trabajadores medianamente preparados, y el resto por representantes de la clase media comerciantes profesionales, siendo los grupos mas numerosos el de los comerciantes y el de los artesanos , lo que reflejaba el carácter comercial de una Inglaterra que ya que se prepara para  ingresar en la revolución industrial.[8]       

Distinta situación se verificaba en lo que respecta a los miembros del parlamento, ya que  hacia 1820, el 70% de sus miembros eran grandes propietarios de tierras cuyas bancas habían estado en poder de sus familias por varias generaciones, lo que pone en evidencia la contradicción que de que durante la revolución industrial el parlamento se encontrara compuesto por miembros de las familias mas ricas, tradicionales y con mayor influencia social en Inglaterra y no por aquellos  emergentes del nuevo proceso económico en marcha. Sin embargo,  la pertenencia a la aristocracia no los hacia ciegos a la realidad y aceptaban en su mayoría que la  industria y los intereses comerciales debían tener un peso sustantivo al momento de tomar decisiones políticas, si bien todavía ocupaban un segundo plano detrás de los intereses de los terratenientes.

El Primer Ministro Lord Liverpool manifestaba en un discurso: “In a commercial country like this, the manufacturing and commercial interest aught to have considerable weight, second only to the land interest in the  Commons”[9], de lo que se desprende claramente que la clase política tenia conciencia del proceso que se estaba produciendo y la importancia que el mismo tenia para los intereses de Inglaterra, aunque aún se resistiera a reconocer que su importancia era capital.

El expuesto problema de integración de los Comunes, tenia una relación directa  con la falta de representación de algunas grandes ciudades, cuestión que se arrastraba desde la edad media[10] y  con los denominados “rotten boroughs”, que eran “feudos” electorales con una población mínima hacia el periodo que nos ocupa, y que sirvieron durante generaciones al sostenimiento de verdaderas dinastías parlamentarias[11]. Hacia 1801, cinco de las veinte mayores ciudades de Inglaterra, no tenían representación parlamentaria, ellas eran: Manchester, Birmingham, Leeds, Sheffield y Paisley[12], pero si tenían representación todas las ciudades industriales del East Midlands, como Nottingham, Leicester y Derby, que habían sido burgos desde la Edad Media.

Según Quinault, las elites políticas de las grandes ciudades sin representación, no mostraban demasiado interés en la reforma parlamentaria, ya que temían que cualquier modificación del status quo alterara las condiciones dentro de las cuales habían tenido un extraordinario crecimiento en el curso del último siglo. La reforma era básicamente sostenida por aquellas ciudades que si bien tenían representación carecían de poder dentro del Parlamento[13].

Como ocurre con frecuencia en la historia, no son los periodos de bonanzas durante los cuales se producen los cambios estructurales, sino en los momentos de crisis económica, e Inglaterra no va ser una excepción en ese sentido. Durante la depresión económica que se produjo al finalizar las guerras napoleónicas en los distritos industriales del norte revivió el interés por la reforma parlamentaria. La represión, por parte de la caballería,  de una manifestación a favor de la reforma en la plaza de St. Peters en Manchester que dejo de saldo 11 muertos, y cientos de heridos[14], despertó nuevamente el interés del partido Whig por la reforma parlamentaria, logrando que se transfiera la representación de alguno de los burgos podridos a favor de ciudades industriales (las bancas correspondientes a Grampound fueron transferidas a Yorkshire). Sin embargo ni Manchester ni Birmingham lograron ese objetivo.

Fue recién en 1830, y luego de la caída de Carlos X del trono de Francia que la cuestión de la reforma se instaló definitivamente en la agenda política inglesa, lo que hizo manifestar al Secretario del Interior Peel  que lo ocurrido en Paris“… Is producing its natural effect in the Manufacturing districts here, calling into action the almost forgotten Radicals of 1817 and 18 19...”. Fue así, que la sucesión de huelgas e incendios tanto en los distritos industriales como en la campaña a partir de 1830, convenció a los miembros moderados del Parlamento que la reforma era inevitable.[15]

Finalmente con el dictado del Acta de 1832, se amplio la representación a los distritos industriales y se agrando la base electoral incluyendo a los padres de familia, comerciantes y los que tuvieran una renta 10 Libras[16], dando así, inicio a un proceso que culminaría recién  hacia 1928, con el establecimiento del voto universal de los adultos.

·        Conclusión
Después de lo expuesto es imposible negar la influencia que tuvo la revolución industrial en el dictado de la reforma parlamentaria, no obstante lo cual, las lecturas efectuadas nos llevan a coincidir con Quinault, en el sentido que el estimulo a los movimientos reformistas provino básicamente de los acontecimientos políticos que se produjeron en América y en Francia[17], ya que la cuestión de la representación con relación a los distritos de mayor población ya era un problema con anterioridad a 1750, y por otro lado la lucha por ampliar la base electoral con anterioridad a 1830, solo se produjo en los distritos industriales en los momentos recesivos de la economía.  

Sin perjuicio de lo expuesto creemos que es necesario no perder de vista que la reforma parlamentaria forma parte de la historia política, y cuando hablamos de historia política hablamos de hombres, hombres tomando decisiones y haciendo apuestas dentro del marco de la época en que les toco vivir, y en ese sentido resulta descabellado pensar que la descomunal transformación social y económica originada por la irrupción de la revolución industrial, no haya influido en las decisiones que debieron tomar aquellos hombres.

Resumiendo, resulta claro que las ideas continentales, que cada vez entraban con más fuerza a las islas, y la irrupción del fenómeno industrial. con todas sus consecuencias en los social, y  lo económico, presionando en forma conjunta sobre un sistema que se había mantenido inalterado durante los últimos ciento cincuenta años, no dejo otra alternativa a los actores políticos, que el reconocimiento en el marco institucional del Parlamento de la nueva realidad, y ese reconocimiento se plasmo inicialmente en el Acta de 1832.


[1]Alan Bullock  y  Maurice Shock, The Liberal Tradition, from Fox to Keynes Introduction,  pag. 20.

[2] Klauss Gallo, Revolución y Reforma: el legado francés en la cultura política británica (1789-1832) Revista Estudios Sociales Nª 26  pagina 146. Ediciones UNL.

[3] Ibidem, pagina 146

[4] Ibidem, pagina 148

[5] Ibidem, pagina 154 y 158

[6] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, pagina 184

[7] Ibidem, pagina 185

[8] Ibidem pagina 186

[9] Ibidem pagina 188.

[10] Durante muchísimo tiempo no hubo interés de la población de Manchester o Leeds, en tener representación en el Parlamento, ya que aquellas ciudades  representadas tenían una tasa impositiva mas alta. Durante siglos Manchester y Leeds fueron los “villages” mas grandes de todo el Reino.

[11] También se los denominaba “ pocket bouroughs”, ya que la escasa población respondía directamente al terrateniente  local por lo que “literalmente” èste tenia al electorado en su bolsillo.

[12] No tenían representación directa pero si la tenían como integrantes del condado al que pertenecían.

[13] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 192.

[14]  El episodio es conocido como “Petersloo Masacre”, a partir de ese episodio el gobierno desistió de volver a utilizar a la caballería para reprimir manifestaciones.

[15] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 197

[16] A partir del aumento de los ingresos de la clase trabajadora la base electoral se amplió enormemente en los 20 años posteriores a la reforma. 

[17] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 200

lunes, 22 de octubre de 2012

NI MAGNETTO, NI CRISTINA


Yo no voy a defender, a esta altura de mi vida a los medios de información monopólicos, ni mucho menos a un gobierno  neo-cardenista, como el actual. Digo que AMBOS MIENTEN cuando dicen que están por "la Libertad de Prensa", o la "Libertad de Expresión". Todos sabemos que la lucha es por monopolizar los medios -TODOS- o manejarlos a TODOS por intimidación, para moldear la opinión pública. Lo máximo que se puede pedir al sistema capitalista, es la "Libertad de Empresa Periodística", y ESA es la libertad que hoy el gobierno de CFK quiere liquidar. Dicen que los elefantes, cuando se pelean, aplastan a las hormigas, pero también las aplastan cuando hacen el amor, ¿o nos olvidamos cuando el Tuerto y Magnetto se daban besos de lengua en público?. Aunque parezca una lucha ajena entonces a nosotros -el "pueblo a pata"- SÍ nos incumbe, pues cuando NI siquiera exista la Libertad de Empresa, estaremos mucho mas expuestos al capricho de los dictadores. A NO confundir, entonces gordura con hinchazón.
Cambiar a MAGNETTO por la troika VILA-MANZANO-SPOLSKY, no me parece un cambio muy progresista que digamos. 
Con algunos retoques el transcripto es un texto de mi amigo Raúl Rioboo